Do you hear me? I'm talking to you [Privado]

Como si el agua guardara algún lazo con mi padre. Que absurdo era pensar eso, me recriminé en silencio, tocar con los pies esperando convertirme al momento siguiente en una nereida. En adentrarme en el reino de mi padre como si él estuviese esperando eso. Abigail, un nombre igual de absurdo. Retire mis pies del lago para levantarme de la orilla donde estaba sentada, a calzarme las zapatillas que había dejado a un lado. Recogí al incorporarme una piedra y la arrojé con toda la fuerza que pude reunir al agua. Cualquier adolescente normal habría roto algo frágil contra la pared para que su padre le prestara atención, yo hacía eso: ni él ni yo éramos normales.

Me alejé por el sendero que conducía a las colinas a través del bosque. Con mis manos me abrí paso entre las ramas bajas de los árboles y salteé las raíces que encontraba como obstáculos en mi camino. La arboleda terminó donde el ascenso comenzaba, y al llegar a la cima que se podría decir no era superior a unos trecientos metros por lo que los subí en pocos minutos, me detuve a admirar el paisaje, no tan cerca de la orilla porque me daba miedo. Los manchones de verde que eran los árboles, luego la ciudad. Elizabethtown. Suspiré y me dejé caer sobre la hierba. Me tumbé de espaldas cerrando los ojos para que el sol no me cegara, y aun así, un resplandor naranja me llegaba por lo que me cubrí con mis manos. Estaba aburrida, y el no hacer nada me ponía de un pésimo humor, peor aún, me hacía pensar en cosas que no quería.

Y allí iba yo, solo, otra vez. Raramente, comenzaba a creer que ya no le importaba mucho a mi grupo de amigos, y eso era algo a lo que temía. Toda su vida había estado rodeado de personas e incluso en la Academia; pero últimamente todos estaban o extraños o alterados, lo que me deseaba más tiempo a solas conmigo mismo por el simple hecho de que ya ni los soportaba.
Como otro día especialmente aburrido, decidí salir a caminar. La Academia no era una prisión, podíamos entrar y salir de ella cuantas veces queramos, siempre y cuando luego regresemos. Distraído, salí de mi habitación que compartía con Kev y Percy, con unas bermudas, una remera mangas cortas blanca estampada, y unos tennis. Hacía poco había estado en el lago con Sol, así que volví al mismo lugar. Allí vi a una muchacha lanzando piedras fuertemente contra el agua, lo cual me hizo suponer que estaba furiosa o algo por el estilo. Acto seguido, la vi meterse por un sendero que yo antes no había visto, y se fue desapareciendo lejos y lejos. Cuando ya no la pude ver más, me comenzó a carcomer la intriga del dónde llevaría ese camino. Miré hacia todas partes y me metí yo también, siguiendo la marca de éste en el suelo, haciéndome paso por entre las ramas y raíces de los árboles. Cuando por fin terminó, escalé una pequeña colina de unos 300 metros, no más. Y al llegar, vi a la misma chica de abajo, pero ahora tumbada boca arriba en el césped.
- Buenas. - Saludé amigable a la muchacha desde atrás, sin haberle visto el rostro completamente. Noté que estaba mirando el paisaje, y me asomé un poco para mirarlo yo también. Disfrutando de la vista? - Pregunté sonriente, volteando y caminando hacia ella, para sentarme a su lado con las piernas abiertas y las rodillas flexionadas, apoyando completamente la planta del pie en el suelo, y rodeando mis piernas con mis brazos.

Off: Siento la lentitud y que mi pregunta no cuente con el primer signo de interrogación, es que ando desde el IPod.

Separé mis manos de mi cara para levantar levemente el cuello y fijarme en el dueño de la voz que había llegado a tiempo para quebrar la triste secuencia de mis pensamientos. Era uno de esos chicos mayores que una siempre admira de lejos y ni sueña que se les pueda acercar. Porque siempre van de a grupo tragándose el mundo a su paso. Hay chicos que tienen ese aire, no solo porque fueran guapos –porque sí, lo eran, este en especial-, sino por la simple manera de desenvolverse entre la gente. Hay gente que tiene ese don, yo podía fingir que lo tenía, pero no era más que una fachada.

- Hola - contesté, elevando las comisuras de mis labios en una sonrisa. Decidí desechar todo pensamiento anterior. Me incorporé sobre mis codos para mirar el horizonte.- Se podría decir que sí, ¿y tú? ¿Perdido en el mundo?- le pregunté dirigiendo mi mirada hacía él. Después rastrillé toda el área con mis ojos negros- No me dirás que caí justo en la colina donde tú y tus amigos planeaban hacer una fiesta salvaje- arriesgué, medió en broma, medio en serio. ¿Qué hacía ese chico solo por estos lares?

off: No hay problema, (:

Parece como que la había sorprendido justa cuando pensaba, porque su rostro estaba ido. Sin embargo, cuando le hablé, ella se incorporó sobre sus codos y se me quedó mirando, seguro creando un perfil para mi. Había mucha gente que hacía eso, y juzgaba a las demás por su apariencia o por el simple hecho de tener una mínima idea de su posición en la sociedad. Ella me devolvió el saludo en forma amistosa acompañado de una sonrisa, y asintió a lo que yo le había preguntado acerca de si estaba disfrutando la vista. Ella preguntó por mi y yo asentí con la cabeza. Era cierto que estaba perdido en el mundo, y no tenía ni a de ganas de hacer los deberes.
- Hola. - Repetí mi saludo, ahora yo también con una sonrisa, sólo que la mía era de lado. - Soy Marko Kaligaris. Tú eres...? - Intenté ver si conocía a la muchacha o si me sonaba de algo, pero no fue así. Quizás era muy solitaria en la Academia, o era nueva; porque sí no, yo era de relacionarme y muy bien con mis compañeros. La chica me estaba cayendo bien, hasta que hizo una pregunta que me desconcertó. A mi que me agradaba, y era de las que prejuzgaban. - Algo que aprendí desde chico es que no por ser popular, sólo te importas tú. - Dije eso en forma de respuesta; yo sabía perfectamente cómo era mi personalidad, y sabía que era agradable, social, divertido y curioso. Pero nunca arrogante, borde o egoísta. Nunca.

- Violet Armstrong- me presenté, sentándome y rodeando mis rodillas con los brazos.
En todos estos años viviendo en la misma ciudad, ni siquiera nos conocíamos. El mundo no era siempre un pañuelo, a veces podía llegar a ser un menudo laberinto.
Hice una mueca por el siguiente comentario del chico, procurando encontrar una conexión con mis propias palabras y el hecho de que sonaba a la defensiva. Algo me dijo que había metido la pata.
Pero siguiendo la línea de la conversación, agregué, mirándolo seriamente- Lo tendré en cuenta. Tengo muchos prejuicios contra la gente popular, resulta interesante comprobar que puedo estar equivocada.- lo observé de pie a mi lado, y le hice una seña para que se sentara a mi lado.- Si quieres.- lo invité. Luego puse en palabras mis pensamientos- Me preguntaba que hacías solo por aquí.

Se me presentó la salida fácil de dejar el tema ahí, pero sentía que en este caso, no podía. Si alguien era sensible a mis bromas de entrada, no había un buen pronóstico a futuro. Tenía un humor que para los de risa fácil era pasable, pero para otros, resultaba chocante.
- Lo siento, no agredo a las personas a la primera. A veces son solo bromas sin sentido.- me disculpé, encogiéndome de hombros- Si quiero ser borde, realmente puedo ser peor.- esbocé una sonrisa tímida.
Ahora sí, una vez aclarado este punto era decisión de él si continuar bajo su responsabilidad en mi compañía. Yo había sido sincera a fin de que comenzar con el pie derecho –después del traspié del izquierdo-, y una voz interior me preguntó que cuidados debía tener de Marko. A nadie nos gusta presentar nuestros defectos antes que las virtudes, se supone que eso uno lo descubre luego.
Me alegré de haberme sincerado, porque sentado a mi lado él también aportó su honestidad en contestar mi pregunta. Lo miré bien dándome cuenta que realmente uno se dejaba engañar por las apariencias; siempre supe que las fachadas eran eso, falsas realidades, pero a veces me olvidaba. Olvidaba preguntarme que había detrás de lo que se veía.
- Bueno, yo…- susurré, y levantando un poco la voz confesé:- También me siento sola. Me llevo bien con muchos compañeros de la academia, pero… no tengo amigos.- miré mis pies- No de verdad. Y creo que es mi culpa, no me adapto a ellos. Lo único que tengo en mi vida es a mi padre, y eso no cuenta, porque en realidad tampoco lo tengo.- suspiré.

Ladeé mi sonrisa al ver que mis disculpas eran aceptadas. Así que no saldría corriendo espantado, al fin y al cabo. Se quedaría sentado a mi lado, testigo de cómo me lamía mis heridas y me quejaba del mundo loco donde vivíamos. ¿Qué perdía dejando ver retazos de mi alma? La academia era numerosa, podría ser que después de este encuentro, volviéramos a ser anónimos el uno para el otro. Todo lo que develara, él se olvidaría con el tiempo. Siempre existía la sombra del olvido.

Pero el corazón se me encogió de ternura al oírlo postularse como mi amigo. Lo miré, y recordé que mamá solía decir que mis ojos rasgados eran pozos de magia, lo que en ellos se veía rara vez se le podría poner un nombre. No obstante, me cuidaba, no solía mantener la mirada a no ser que estuviera segura de lo que hacía o decía; este no era el caso. La bajé al pasto de donde cogí una brizna para enredarla alrededor de mi dedo índice.

- Gracias, pero… - lo miré de soslayo, y suspiré:- No me malinterpretes, por favor, pero no es así de fácil. No me cuesta hacer amigos, no soy una asocial. Lo que pasa es que me cuesta mantener esa relación, soy… demasiado independiente- fruncí el ceño- Y aquí estoy, sola, porque cuando necesito de alguien, no voy en su busca. No sé a quién buscar. Así que cuando una persona se me acerca…- alivié mi ceño al curvar mi boca en una media sonrisa- Termino contándole mi trauma existencial solo por la necesidad de desahogarme. Dime si a veces no te viene bien un extraño que nada sabe de ti, para confiarle tu historia de vida.

Dejé para contestar al final el tema que consideraba más delicado, aunque me armé de fuerza como para decir de pasada en un tono bromista.

- Vivimos en Elizabethtown, dulzura, ¿no te haces una idea de quién puede ser mi padre?- me recliné sobre mis codos para quedar más cerca de él y decirle traviesamente en voz baja.-Es un dios- rodé los ojos.